Eufonía VII
Voz celestial,
eco diáfano de perdidas riquezas,
apenas suspiro de una
tarde fatigada;
navega en la marea de
los vientos,
acaricia el trigal de
los instantes,
fluye en libación de
imagen y ritmo.
Fuente que brota en palabra
prohibida,
en palabra de amor, en palabra
de aliento,
en palabra de honor, en
divina palabra,
en palabrería
en líquida palabra y palabra
de amigos,
en palabras vacías y en
mágica palabra…
(p a l a b r a hecha de
p a l a b r a s).
Lenguaje de epifanía e ilusiones,
de tardes lloviendo
melancolía,
de miradas esquivas por
las calles ;
sollozo ahogado en la
almohada del recuerdo
júbilo sonoro percibido
en el corazón;
música de silencios, de
agua y fuego,
de olvido a fuerza de
remembranza.
Canta, pues, a tu diosa
eterna,
crisol de súplicas e insomnios;
pero también canta al
mar,
al desierto de la
ausencia,
al lejano faro de la
noche,
al cadáver con que me
visto,
y a la fresca aura de
los árboles;
canta al oído sordo y a
la roca atenta,
al ínfimo instante y al
para siempre;
vuela en brisa de mis pensamientos
y susurra al pecho de
mi amada.
Pero al fin, despoja al
alma del deseo,
de la tiranía del
tiempo y de la luz;
y en la póstuma hora de
confesión
arrebata el aliento y
la máscara,
pronuncia palabra de
fuego,
palabra ritual, aciaga
palabra,
palabra de adiós.
Alfonso
Ponce M.
Muy buen poema Alfonso.
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